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Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

Wednesday, December 13, 2006

Fátima


Era la primera guerra mundial, la Gran guerra. La división, la más fiel servidora de Luzbel, reinaba en los corazones de los hombres.

El pueblo de Dios elevó una plegaria al cielo, clamando por el fin del odio. La respuesta divina provendría en un rincón de Portugal: Fátima. En este pequeño pueblo, la virgen María se aparecería ante tres niños -Lucía, Jacinta y Francisco - anunciando un mensaje de paz y presagiando nuevas divisiones. Lucía, fallecida hace año y medio, recibiría las tres profecías: el fin de la Gran guerra, el inicio de la Segunda guerra mundial y un atentado contra el Papa.

Casi noventa años han transcurrido desde entonces. Un santuario níveo se levanta en aquel lugar. Allí puede respirarse en todo momento una paz indescriptible. La fe emanada por los peregrinos ilumina sus rostros cuando observan el lugar exacto donde sucedió el milagro. Allí se encuentra una hermosa imagen adornada por flores de todos los colores. Dentro de la basílica altas columnas erigen lo que el espíritu puede construir. Al fondo, una exquisita pintura representa a la Virgen de Fátima con un estilo semejante al de Remedios Varo. Ignoro el autor u título de óleo tan hermoso.

Un pensamiento ataca mi espíritu. Grita: "¿Admirado por la grandeza de este templo? Su grandeza no descansa en el peso y espacio de las piedras que lo sostienen. No. Imagina que toda esta grandeza cabe en tu corazón. Lo que es más, aún sobraría espacio para todos los templos del mundo y mucho más. Lo único que plenifica el corazón del hombre es Dios... ¡Dios!".


O mi Jesu, dimitte nobis debita nostra,
libera nos ab igne inferni.
Conduc in caelum omnes animas, praesertim,
illas quae maxime indigent misericordia tua.
Amen.

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