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Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

Thursday, February 01, 2007

Florencia, 30 de diciembre de 2006



Desde el Ponte Vecchio contemplé un atardecer que daba la bienvenida a las tempranas noches de la Florencia decembrina. El río Arno se extendía desvaneciéndose hacia dos horizontes contrarios... el agua cristalina repetía en su reflejo un escenario majestuoso, inigualable, mágico: la más hermosa arquitectura de un ocaso que armonizaba el paisaje divino con antiguas edificaciones humanas.

En aquellos días, la lejanía me había sensibilizado de tal manera que recordaba en todo momento algunos corazones que tanto me hacían falta. De repente, un vacío que identifiqué prontamente como soledad. No me refiero a aquella soledad como ausencia de personas que nos acompañen en algún momento. Más me remito a aquélla causada por tener algo tan increíble que quisiéramos compartirlo... hasta darnos cuenta que esto es completamente imposible. Frente a mí, un fragmento del Paraíso y nadie con quién compartirlo. Con "nadie" encierro a todas aquellas personas cuya lejanía no atormenta mi vida.

Una multitud entonces rodeó a un trovador italiano cuyo canto y guitarra estremecían a cuanto espíritu se dejara encantar. Entonó la canción que puedes escuchar en el video colocado antes de estas líneas. Tardé algunos segundos en reconocer que los recuerdos pronto inundaron lo que anteriormente era un vacío inconsolable. La memoria proyectó a mi espíritu una delicada biografía de momentos que me han llevado a emprender esta travesía.

Si entonces no pude compartir contigo este instante de eternidad en la tierra, hoy te recuerdo que en ese momento te necesité más que nunca.