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Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

Wednesday, April 16, 2008

Las aventuras megalómanas de Hitlercito

Humor exquisito en esta tira cómica de dos grandes amigos... para visitarla haz click aquí.



Saturday, April 12, 2008

Solitude


Estábamos juntos, sentados sobre una cama. Junto a ti, una felicidad invadía mi pecho y se volvía más intensa cada vez que respiraba. De repente recordé que sólo estaría unos minutos más a tu lado. Me recosté sobre ti y toda mi felicidad se concentró entonces en mi garganta y en mis ojos, donde -sin embargo- la felicidad se siente más como la tristeza. Sentía un deseo intenso por llorar y rogué al silencio que mis lágrimas nunca me apartaran de ti. Te pedí que me abrazaras. Lo hiciste fuertemente. Quizá nos invadían los mismos sentimientos. Acariciaste mi cabello, como si intentaras impregnar para siempre en tus manos esa sensación. No podía contener más mis lágrimas y mi garganta se apretaba cada vez más fuertemente. No quería llorar pues irremediablemente llorarías también. Además, quería enseñarte cuan fuerte era y así hacerte sentir que estaría bien a lo lejos. Disfrutaba tanto tenerte junto a mí. Contuve una vez más el llanto en mi garganta cerrada y comencé a temblar. Creo que lo notaste pues no podía detenerme. Aun así persistí en mi intento y fingí toser. Tú sabías que fingía. Me dijiste que no entristeciera, que estaríamos juntos a pesar de la distancia. Me contaste sobre la muerte de tu madre. Cuando murió te sentiste destrozada, desilusionada porque Dios no era capaz de salvar de la muerte ni a los mismos ángeles. Sin embargo, me contaste que aprendiste a vivir con su ausencia, recordándola en aquellos paseos de la infancia. Te escuchaba. Más que a tus palabras, escuchaba tu voz. Deseaba nunca olvidarla, atrapándola como a una mariposa en una red y guardarla conmigo siempre. Entonces asimilé que algún día no te escucharía más. Que algún día habría de enfrentarme a tu féretro como tú lo hiciste con tu madre. Suspiré. ¿Por qué suspiras? -dijiste interrumpiendo tu historia- Por que te extrañaré. Sabías que diría eso y lo confirmaste cuando mi voz apenas consiguió superar el límite de mis labios. No podía hablar más ya. Lo comprendiste y guardamos silencio. Silencio con nuestras respiraciones, con nuestra tranquilidad fingida. No era silencio, no. Era una despedida.