¿Cuántas veces ha muerto Jesús? Me preguntó un niño de apenas cuatros años. Lo decía mientras admiraba un crucifijo de madera con la imagen de un Cristo ensangrentado y cabizbajo. Hacía tiempo le habían contado que él era Dios, lo cual no le parecía sensato, pero tampoco absurdo. Sencillamente era así, del mismo modo que aquel artefacto se llama “tenedor” y sirve para no jugar con la comida.
Los niños no olvidan sus preguntas. Pueden olvidar algunas respuestas, pero nunca las preguntas. Quizá ello se funda en una especie de memoria humana en la cual miles de ocasiones se ha respondido a las inquisiciones: qué es el hombre, de dónde proviene y hacia dónde se dirige. Todas las respuestas han sido aceptadas, corregidas y refutadas -creando así nuevas hipótesis-. Algunas veces, incluso, se ha intentado crear una teoría que invalide la pregunta; sin embargo, no es ésta sino otra manera de responder.
Hay quienes contemplan en la gran pregunta sobre el hombre el ciclo vital de la persona. De este modo, un niño se define como aquel que pregunta sistemáticamente. Ése es el caso de los doce kilos de carne, grasa y hueso que frente a mí imitan a Jesús crucificado. El adulto, por el contrario, se configura como aquel que responde sistemáticamente. Es mi caso: guiar a los vástagos más jóvenes. Sin embargo, esta guía se encuentra siempre destinada al fracaso. Algún día ese niño será adulto y me reprochará todas las ocasiones en que le respondí. Entonces yo seré un anciano: aquel que se enfrenta cara a cara a la pregunta. Tendré ya una biografía casi acabada y acorde a mis propias respuestas. Le confesaré entonces que ni en aquel momento ni ahora he conocido la verdad. La verdad sólo es accesible a los muertos, aquellos que se enfrentan cara a cara a la respuesta.
Lo bajé de su crucifixión y nos sentamos en el suelo. Le dije entonces: Cristo ha muerto tres veces y morirá una vez más. La primera muerte ocurrió hace casi dos mil años, de manera muy parecida a la imagen que tienes en tus manos. En aquella ocasión murió sólo su cuerpo. La segunda muerte sucedió poco tiempo después, en el preciso instante en que inició el cristianismo. En aquella ocasión murió su mensaje para convertirse él mismo en el mensaje. La tercera muerte ocurrió hace poco más de un siglo, cuando los filósofos de la sospecha proclamaron que Dios había muerto. En esta muerte fue aniquilada su esperanza y salvación.