¿Quién eres cuando comenzaste a leer estas líneas?
No es secreto que en todo momento cambiamos. Y estas líneas no serán la excepción.
Piensa en lo siguiente: Este día, estos segundos no serán indiferentes para el resto de tu vida. Un segundo es tan importante para el siguiente que, si mueres en uno de ellos, el siguiente no existirá. Bueno, sí lo hará, pero sin ti. Sin ti. Tras tu muerte tu reloj seguirá funcionando. Alguien más usará tu ropa, tu casa, tu televisor. Alguien morbosamente escarbará tu diario lleno de secretos. Tu vida pertenecerá ahora a lo que se dice de ti, sin derecho de réplica.
Como lo ves, incluso seguirás cambiando después de muerto. Tu última biografía no será una autobiografía fruto de tu puño y letras sino una interpretación de tus palabras a la obscuridad de lo que tus vecinos, amigos y familiares inventarán sobre ti, con tal ser protagonistas de tu desgracia y no morir en anonimato.
El tiempo te sobrevivirá. Los rumores sobre ti también, y eso no podrás controlarlo. Con curiosidad indecente indagarán sobre cómo se extinguió tu aliento. Algunos llorarán por el resto de sus vidas y otros se alegrarán secreta, silenciosamente. Tú lo hubieras hecho igual. A decir verdad, te ha sucedido.
Pero tampoco te emociones tanto. Para la mayoría de las personas, serás tema de conversación una semana o dos. Para algunas, serás motivo de impresión. Para pocas, de lágrimas sinceras. Para dos o tres, inolvidable.
Respira.
Revisa tu reloj, ¿el tiempo se detuvo? No. En estos minutos más de una persona ha muerto. Pero no te preocupes, su vida seguirá siendo escrita por otros bolígrafos ajenos a su mano, incluso quizá por ti.
Continúa cambiando, continúa amando, odiando, besando, escribiendo, leyendo, trabajando, continúa dejando escapar tu vida como agua entre las manos, como aire...
Piénsalo, vívelo. La noche te espera con estos pensamientos.
¿Quién eres cuando comenzaste a leer estas líneas?
¿Quién cuando terminaron?